Empezamos el día anterior (o mejor, dos días antes), desalando el bacalao durante 40 horas y cambiando el agua 3 veces. Es el tiempo lo que da carácter al plato, y también lo que nos permite disfrutarlo como se merece.
Al día siguiente, picamos muy fina la cebolla y la pochamos lentamente con media cabeza de ajos. Aquí no hay prisas, solo fuego bajo y aromas que llenan la cocina. Cuando está bien pochada, añadimos la estrella del plato: 3 cucharadas generosas de carne de pimiento choricero Rajope.
Incorporamos 3 cucharadas de salsa de tomate, removemos bien y hervimos todo junto durante 10 minutos.
Mientras tanto, calentamos en otra cazuela un poco de aceite de oliva y freímos ligeramente el resto del ajo picado con la guindilla. Añadimos el bacalao y dejamos que se haga durante 6 minutos, hasta que quede jugoso y a punto de deshacerse en lascas.
Finalmente, en una fuente bonita (de esas que ya te abren el apetito solo con verlas), colocamos el bacalao y vertemos por encima la salsa que hemos podido batir o pasar por un chino.